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Pablo Picasso: Un genio detrás del cubismo y su revolución en el Arte Moderno

Pablo Picasso: Un genio detrás del cubismo y su revolución en el Arte Moderno Historia

“Aprende las reglas como un profesional,

para que puedas romperlas como un artista”

Pablo Picasso

En esta vida, duramente encantadora, las Bellas Artes nos han permitido ver desde perspectivas distintas lo que una vez fue adornado por la vanidad del ego. En esta ocasión, me sumerjo en el universo de Picasso. Su obra, exquisita en todo sentido, nos revela las pasiones del ser, las emociones humanas plasmadas entre líneas y colores. Nos enseñó que la gratitud, incluso tras la amargura, antes de convertirse en decadencia, puede ser el reflejo de nuestras propias vergüenzas.

Picasso, uno de los artistas más talentosos e influyentes del siglo XX, ha inmortalizado su legado en nuestros días. Considerado el arquitecto del cubismo, no solo desafió las convenciones artísticas, sino que las destrozó con audacia. En su paleta, los colores se rebelaron, las formas se fragmentaron y las perspectivas se retorcieron. Cada trazo era una declaración de independencia contra la monotonía visual. Su genialidad no se limitaba al lienzo; era un alquimista capaz de transformar su vida en pigmento y lienzo. Picasso, un titán creativo, cuyo legado resplandece a lo largo del siglo XX y más allá. Su nombre reverbera en los pasillos del arte, y su influencia fluye como un río inagotable.

Pablo Ruiz Picasso, nacido el 25 de octubre de 1881 en la soleada provincia de Málaga, España, emergió como un prodigio. Desde una temprana edad, su lápiz danzaba con destreza sobre el papel. Siempre lleno de pasiones artísticas y curiosidad, lo que le permitió ingresar a la Academia de Bellas Artes de Barcelona. Para un artista, nada ocurre por casualidad, y la historia a menudo se convierte en la materia prima de la que se nutren en su trabajo creativo.

Fue marcado por la religión en su primera etapa. En sus obras, como “La primera comunión” (1896), comenzó a destacar por la fuerza de su discurso, alzándose como un himno que desafiaba las normas establecidas. Influenciado por Miguel Ángel Buonarroti, Picasso se centró aún más en cambiar el modo tradicional de ver la escena. Esto nos permite sumergirnos en la lectura de las emociones y sentimientos, así como en el “cómo” ocurren los hechos. Su legado artístico sigue resonando a lo largo del tiempo, como un eco inmortal en los pasillos de la creatividad.

En Francia, la intelectualidad se congregaba en una especie de patio de recreo para los artistas de la época. Por las calles y cafés parisinos, se encontraban verdaderos genios del arte, transitando y desafiándose mutuamente. Picasso, por supuesto, se sentía atraído por plasmar su impronta en París. En el año 1900, con tan solo 19 años, junto a su amigo, el poeta y pintor Carlos Casagemas, se trasladó a París, donde se estableció definitivamente.

A lo largo de su carrera, Picasso audazmente exploró diversos estilos y técnicas. Desde el realismo hasta el simbolismo, desde la abstracción hasta el surrealismo. Sin embargo, fue en el cubismo donde dejó una huella imborrable junto a Georges Braque.

Provocado por la muerte, siempre atado al pasado y esclavo de su propia leyenda, Picasso vivía en la cima del éxito. Obsesionado con la creación y sus reflexiones, vertía sus pasiones sobre el lienzo con una intensidad que desafiaba las convenciones. Esto dio lugar a su etapa azul (1901 y 1904), marcada por la predominancia de este color, asociada a la tristeza y melancolía que lo embargaron tras el suicidio de Casagemas. Obras como “El entierro de Casagemas” rinden homenaje a su amigo y revelan la influencia del arte de Greco, como en el “Entierro del conde Orgaz”.

Puede parecer extraño, pero Picasso era capaz de sacrificar todas sus emociones con una seguridad genuina. En 1904, dio paso a su período rosa, donde máscaras y personajes irreales danzan en su obra. Su paleta se suaviza, buscando tonos pastel y una reflexión dentro de su propio mundo en la búsqueda de la felicidad. Así, el genio se reinventaba una vez más en cada trazo.

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Aún era pobre, y eran años difíciles para él, la escasez de recursos con los que contaba en aquella época, lo llevan a plantearse trabajar con materiales más baratos que el óleo y el lienzo, emplea entonces la acuarela, el gouache y la tinta.

En un giro inesperado regresó al estilo pictórico académico, evocando las majestuosas “Sagradas familias” de Rafael. Su suerte cambió cuando la coleccionista Gertrude Stein se encargara de comprar parte de sus obras, como es el caso de “Familia de acróbatas y monos”. Por aquellos días, el circo representaba su foco de atención.

También es menester tener en cuenta que vivía justo al lado de un circo y formaba parte de su vida cotidiana ver a los artistas transitar por las mismas calles que él. Un gesto noble de Picasso, pero también un toque de atención al público, de que nada, absolutamente nada, le podía ser ajeno.

Durante su período rosa, Picasso exploró un laboratorio abierto de formas, líneas y proporciones. Estos elementos parecían desvanecerse de la deformidad de las perspectivas, dando origen a un movimiento que revolucionaría la historia del arte: el cubismo.

El cubismo, con su descomposición de las formas en fragmentos geométricos, desafiaba la tradición. En ocasiones, suprimía el volumen y la perspectiva de los objetos en el espacio, alterando nuestra percepción visual.

Dos obras maestras, “Les Demoiselles d´Avignon” (1907) y “Guernica”, capturan momentos cruciales en la vida de Picasso. En la última, el artista se sumerge en la política. La Guerra Civil española, preludio de la Segunda Guerra Mundial, inspira esta monumental creación. “Guernica” denuncia los bombardeos de la “Luftwaffe” (fuerza aérea alemana nazi) sobre la población vasca en apoyo al golpe liderado por el general Francisco Franco. El lienzo es un grito silencioso, un testimonio de la barbarie y la resistencia.

Su creatividad, como un río desbordante, no conocía límites. No se conformó con la pintura; su alma inquieta exploró la escultura, la cerámica y el diseño de escenografías. Las cifras hablan por sí solas: 13,500 pinturas, 34,000 ilustraciones para libros, 300 cerámicas o esculturas y 100,000 obras entre grabados e impresiones.

En la década de 1925 a 1938, Picasso encontró en el surrealismo un lienzo para sus tormentas internas. Sus sombras personales se entrelazaron con su visión del matrimonio, las mujeres y la nostalgia. “La danza” y “La crucifixión” (1930) son testigos de esta lucha. Pero en los años 30, su obra revela un Picasso diferente: el Minotauro. Un ser contradictorio, reflejo de sus pasiones, vicios, desnudos y éxtasis. En cada trazo, el artista se desnudaba ante el lienzo, dejando que su alma ardiera en colores y formas.

La muerte halló al genio en la noche del 8 de abril de 1973, en su hogar de Mougins, Notre Dame de Vie. “No quiero ser modesto, quiero ser eterno”, declaró una vez. Y, en efecto, encontró un espacio significativo en la inmortalidad. Pablo Picasso, con su determinación para desafiar las normas establecidas en el arte, su genialidad creativa y su entrega total a la expresión artística, se ha convertido en una fuente de inspiración para artistas de su época y de la actualidad. Su legado perdura en películas, libros y canciones, como un eco eterno de su genio.

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